jueves, 2 de abril de 2009

Una de las zonceras más frecuentemente difundidas por la seudohistoriografía y la prensa porteñas respecto al 2 de abril de 1982, es la que caracteriza al desembarco argentino en las Islas Malvinas como una aventura suicida e irracional por parte de la Dictadura; a la que suele presentarse acudiendo a un último recurso en un imaginario enfrentamiento con las no menos imaginarias “fuerzas democráticas”. (Las mismas estructuras partidocráticas, vale la pena señalar, que hasta ese momento se habían cansado de proveer ministros, diplomáticos, intendentes y asesores a los aborrecidos tiranos).

Pocas veces se indica, en cambio, que pasados 17 años se habían agotado los plazos previstos para el cumplimento de la resolución de las Naciones Unidas sobre iniciar conversaciones que condujesen al traspaso de la soberanía a la Argentina,
O que se trataba de un objetivo militar argentino largamente diseñado y que durante décadas se estudiaron planes semejantes en las Fuerzas Armadas. Ya en 1941, el Capitán de Fragata Ernesto Villanueva, presentaba en la Escuela de Guerra Naval un proyecto sobre los aspectos técnicos de la recuperación de las islas, como bien destaca el historiador Jorge Abelardo Ramos.

Malvinas es una cuenta pendiente de la Revolución Latinoamericana. Seguramente, las imágenes de Galtieri o Costa Méndez resultan poco ilustrativas de una gesta emancipadora. Pero como bien decía León Trotsky sobre las jornadas de 1917 en Rusia: “La revolución no escoge sus caminos: hizo sus primeros pasos hacia la victoria bajo el vientre del caballo de un cosaco”.

A continuación, ofrecemos un repaso sobre los principales antecedentes históricos que condujeron a la Batalla de Puerto Argentino, extraídos de la monumental “Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas”, dirigida por Andrés Agustín Cisneros y Carlos Escudé. Por si es necesario aclararlo, ambos autores son insospechables de cualquier simpatía con las causas populares.


• Desde 1969, el Gobierno británico había comenzado a percibir la resonancia política que podía generar la posible existencia de petróleo alrededor de las Malvinas. Según el historiador L.S. Gustafson, en aquella oportunidad, el Foreign Office concluyó que sería mejor no hacer nada al respecto por temor a provocar un aumento en la tensión política entre Gran Bretaña y la Argentina al punto de empujar a esta última a ocupar las islas por la fuerza.
Más tarde, el Gobierno británico decidió realizar sus propias exploraciones en las aguas de las Malvinas para constatar si efectivamente había allí petróleo. Para ello, a partir de 1970 se llevaron a cabo relevamientos en la zona. Hacia mediados de los 70s se habían acumulado pruebas que sugirieron que probablemente existía petróleo en la región.

• El 19 de marzo de 1975, la Cancillería argentina emitió un Comunicado de Prensa en respuesta de la intenciones británicas. Según este texto, la Argentina no reconocía el ejercicio de ningún derecho en materia de exploración o explotación de recursos naturales.
Como respuesta al amenazante comunicado argentino, en el mes de abril, el recién designado embajador del Reino Unido en la Argentina informó, en su primer encuentro con el Canciller Alberto Vignes, que ante cualquier ataque a las Islas el Gobierno británico respondería con la fuerza militar.
A pesar de la oposición argentina, el gobierno inglés mantuvo sus propósitos y el 16 de octubre confirmó el envío a las islas de un misión económica encabezada por Lord Shackleton. Ante este anuncio, el 22 de octubre, el Ministerio de Relaciones Exteriores declaró que no se concedía permiso oficial a la misión Shackleton. Ya el 16 de octubre, había hecho saber que el envío de la misión de relevamiento económico introduciría una desagradable perturbación en las relaciones anglo-argentinas y que su presencia pondría en peligro la solución pacífica de la disputa. Esta reacción echó por tierra las expectativas del Foreign Office de que el envío de una misión patrocinada por el Gobierno, en lugar de una empresa privada, calmaría al gobierno argentino.

• Juan Archivaldo Lanús afirma que la Misión Shackleton, no autorizada por el gobierno argentino, introdujo un cambio sustancial que violaba un tácito principio de no innovar, que ambos países habían respetado hasta ese momento.
El 8 de noviembre de 1975, el representante argentino ante las Naciones Unidas sostuvo que dado que el estado presente de la situación entre ambos países era de ruptura de negociaciones, la Argentina no dejaría de valer sus derechos en la forma que considere más apropiada. El Gobierno británico consideró que este discurso contenía la idea de una acción unilateral por parte de la Argentina.

• El historiador inglés Douglas Kinney agrega que a partir de mediados de los 70 tanto la oposición como el Gobierno argentino habían comenzado a utilizar regularmente la amenaza de invasión como parte de la presión diplomática.

• En septiembre de 1975, durante el congreso anual de la Unión Interparlamentaria en Londres, el Senador argentino Luis León participó en una serie de incidentes con sus pares británicos. Según el delgado británico, Lord Newall, el Senador insinuó en una reunión a puertas cerradas "que la Argentina podría recurrir a la fuerza para recuperar las islas".
En otro debate, León acusó a los británicos de piratería internacional, y sostuvo que "al agotarse su paciencia la Argentina habría de decirles a las Naciones Unidas y al mundo que su propia dignidad hacía intolerable que se prolongara por más tiempo tal situación"

• A fines de 1975, se llevó a cabo en París una reunión por el Diálogo Norte-Sur. Allí, un nuevo canciller argentino, Manuel Aráuz Castex se encontró con su par británico, el Secretario del Foreign Office James Callaghan, quien le solicitó iniciar conversaciones sobre cooperación económica. Como era de esperar, Araúz Castex expresó su aceptación si se incluía la cuestión de la soberanía. También como era de esperar, la respuesta de Callagham fue que para tratar ese aspecto debía consultar la voluntad de los isleños.
La tensión entre ambos países había aumentado y durante los primero días del año siguiente, la presidente María Estela Martínez de Perón mantuvo reuniones para analizar la situación en Presidencia con el canciller Aráuz Castex y los tres Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas. Allí se analizó el texto de un Comunicado de Prensa que fue finalmente publicado el 5 de enero de 1976 por la Cancillería para contestar a lo que consideraban una "ruptura unilateral" de las conversaciones por parte de los británicos.
Kinney sostiene que en esa reunión los militares se opusieron a una invasión como solución a la situación planteada en ese momento (a pesar de sus posibilidades de éxito). Al respecto se han dado dos explicaciones. Según una de ellas, los motivos de tal postura estaría en que una recuperación exitosa de las Malvinas reforzaría al agonizante gobierno de la presidente Martínez de Perón. Otra explicación sería que una acción armada contra las Islas hubiera sido contraproducente para la campaña de relaciones públicas hacia los isleños que llevaba a cabo el Gobierno argentino. Por lo tanto, las comunicaciones y los servicios a las Islas no fueron interrumpidos.

• El 3 de enero de 1976, Lord Shackleton arribó a las Malvinas a bordo del buque HMS Endurance. El Canciller argentino sostuvo que el arribo del enviado británico en esa fecha, coincidente con la ocupación de las Malvinas en 1833, era una "coincidencia hóstil y desconsiderada" y que por ello el Gobierno argentino consideraba que el Gobierno británico había roto unilateralmente con las negociaciones. Más aún, informó al embajador británico que "las dos partes se mueven rápidamente en un curso de colisión".
Ante esta escalada en la tensión de las relaciones, Callagham envió el 12 de enero un mensaje a la Cancillería argentina en el que sostuvo que el tema de la soberanía era una "disputa estéril" y en un intento conciliatorio los invitó a mantener conversaciones confidenciales. La respuesta fue inmediata. El 13 de enero el Ministro de Relaciones Exteriores respondió, lamentando "no encontrar ningún elemento positivo que justifique la reapertura de negociaciones". El mismo día la Cancillería argentina informó que su embajador ante Gran Bretaña, Manuel de Anchorena, no retornaría a Londres y que había comunicado al Gobierno del Reino Unido que sería aconsejable que retirara el suyo, Derek R. Ashe, de Buenos Aires.

• En medio de la crisis, el 16 de enero, un buque de transporte de la Armada Argentina desembarcó en Puerto Stanley 750 toneladas de equipo y cincuenta miembros del cuerpo de ingenieros del Ejército. En la capital de las Islas muchos pensaron que se hallaban ante el preludio de la invasión. Sin embargo, un mensaje del Foreign Office desde Londres, enfrió los ánimos al informar que el desembarco del equipo era legítimo y que se trataba del material para extender la pista de aterrizaje según se había acordado en 1972.
Los organismos regionales se expidieron en apoyo de la Argentina. La Organización de los Estados Americanos sostuvo que la exploración del potencial económico de las Islas constituía una amenaza a la seguridad hemisférica. También el 16 de enero, el Comité Jurídico Interamericano de la OEA declaró en Río de Janeiro que la Argentina tenía un inobjetable derecho de soberanía sobre las Islas Malvinas. Calificó a la misión Shackleton como una "innovación unilateral" que violaba las Resoluciones de las Naciones Unidas y que amenazaba la paz internacional y la de toda América Latina; por último, que todas esas acciones implicaban un esfuerzo hostil para silenciar los reclamos argentinos y obstaculizar el progreso de las negociaciones solicitadas por la Asamblea General. Con posterioridad, Gran Bretaña rechazó, en una nota presentada a la Comisión de Descolonización de las Naciones Unidas, la declaración de la Comisión Jurídica de la OEA.

• El pico de la crisis se alcanzó el 4 de febrero cuando el destructor de la Armada Argentina ARA Almirante Storni se dispuso a detener al buque de investigación oceanográfica británico RRS Shackleton que navegaba a 78 millas al sur de Puerto Stanley. Desde el destructor se ordenó: "Detenga las máquinas o abriré fuego". El motivo esgrimido por la nave argentina fue que los británicos se hallaban dentro del límite de la jurisdicción argentina de las 200 millas alrededor de las Islas. Según algunos informes, también se creía que Lord Shackleton se encontraba a bordo.
El capitán del buque británico, actuando bajo órdenes radiales del gobernador de las Malvinas, Neville French no detuvo la marcha, se rehusó a recibir un grupo de abordaje o seguir al Storni al puerto de Ushuaia. Con el fin de aumentar la presión, las acciones del destructor fueron apoyadas por un avión de reconocimiento marítimo Neptune de la Armada. El destructor entonces hizo varios disparos sobre la proa del Shackleton que a pesar de ello prosiguió su ruta hacia Puerto Stanley. El buque argentino no persistió en su accionar pero siguió a la nave inglesa hasta seis millas de ese puerto donde finalmente emprendió el retorno.
El hecho que la nave argentina se haya limitado a realizar algunos disparos y que no emprendió ninguna otra acción a pesar de su capacidad, parecería demostrar que sólo se buscó enviar un aviso: no se le reconocían derechos a Gran Bretaña para incrementar el desarrollo económico de las Islas. Ante los hechos, se sucedieron las protestas británicas ante el Gobierno argentino y ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La Argentina protestó y acusó al Gobierno británico de haber violado las normas relativas a la jurisdicción marítima, en tanto que el Reino Unido denunció la actuación del buque argentino como un "peligroso" hostigamiento contra un buque que navegaba pacíficamente para efectuar "un relevamiento científico en la zona".

• Kinney sostiene que los militares argentinos, y no el Gobierno habían planeado dicha acción desde antes del nuevo año. De acuerdo con su relato, la intención de los militares era hacer un gesto que no cobrara víctimas y reforzar el reclamo argentino para que su límite de las 200 millas incluyera, además de la costa del continente, la plataforma y las islas. Por otra parte, el buque como rehén hubiera servido para ejercer mayor presión sobre el gobierno inglés para negociar la soberanía a condición de su liberación. Para Kinney, este hecho demuestra que los militares argentinos prefirieron llevar a cabo un gesto político-militar antes que una invasión que implicaba riesgos para ellos y beneficios para el gobierno civil.

• En su Informe a la Cámara de los Comunes, Lord Franks indica que durante el mes de febrero de 1976, el Comité de Defensa del Reino Unido, elaboró planes de contingencia para enfrentar un posible ataque argentino. Los planes concluían que la mejor acción sería el envío de una fuerza naval que transportara tropas de desembarco, el apoyo de un portaaviones y gran cantidad de apoyo logístico.

• Según Virginia Gamba, a partir de 1976 Gran Bretaña intentó dilatar la negociación seria con la Argentina, no vacilando para ello en quebrar las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas ni en repudiar la buena fe argentina concretada en el Acuerdo de Comunicaciones de 1971

• Lanús informa que en el año de 1976 el gobierno argentino presentó una propuesta escrita al gobierno Británico para un progresivo traspaso de soberanía de las islas. La propuesta contemplaba una etapa previa de Administración Conjunta, luego llegaría "el momento en que el Gobierno de la República Argentina asumirá la totalidad de las funciones constitucionales, administrativas, judiciales, legislativas, la responsabilidad de la defensa y la conducción de las relaciones exteriores en las Islas Malvinas, reconociendo en esa oportunidad el Gobierno Británico la plena soberanía argentina". Se proponía que la administración conjunta durara ocho años y se agregaron luego, detalles referentes a las garantías a otorgarse a los isleños. Al mismo tiempo, los británicos también presentaron "una serie de ideas". Una de ellas apuntaba a la cooperación en aquella región del Atlántico sobre derecho del mar, régimen de pesquerías y explotación de hidrocarburos.

• Durante la campaña del verano austral de 1976/77, el rompehielos argentino ARA General San Martín y el transporte ARA Bahía Aguirre transportaron el material y el personal para instalar una base en las Islas Sandwich del Sur. A partir del 7 de noviembre de 1976, ingenieros de la Armada comenzaron a construir la Estación Científica Corbeta Uruguay en la Isla Morrell, perteneciente al Grupo de las Islas Tule del Sur en el extremo más austral de las Sandwich. La construcción llevó cuatro meses y la estación fue inaugurada oficialmente el 18 de marzo de 1977. El 20 de diciembre, el helicóptero del HMS Endurance observó la presencia de los militares argentinos en el último confín de las "Falkland's Dependencies". El 5 de enero de 1977, el Foreign Office pidió explicaciones por la acción unilateral de la Argentina a su Encargado de negocios en Londres .

• El 14 de enero, la Cancillería argentina respondió que su objetivo en el Grupo de las Tule era la instalación de una estación científica y que dicha operación se hallaba dentro "del área de soberanía argentina", al mismo tiempo la respuesta insinuaba la esperanza por parte del gobierno argentino de que el hecho no se utilizara como una excusa por parte del Reino Unido para romper las negociaciones. La nota sugería que la estación no sería un establecimiento permanente. A la nota siguieron los intercambios entre encargados de negocios y finalmente, el 19 de enero, el Reino Unido presentó una protesta formal en la que denunciaba que el establecimiento de la base científica por parte de los argentino era una violación a la soberanía británica en las Islas Sandwich del Sur. Pero la protesta no fue acompañada de un ultimátum y expresaba que el Gobierno de Su Majestad esperaba ser informado de la conclusión del programa científico. La decisión pasó entonces a los argentinos quienes reforzaron su presencia en la Isla hasta ser desalojados definitivamente el 20 de junio de 1982.

• El Informe Franks afirma que los argentinos habían preparado un plan de contingencia en caso de que los británicos hubieran decidido desalojar la estación. El plan consistía en tomar represalias contra el grupo británico de investigación antártica en las Georgias del Sur y así escalar hasta ocupar las Malvinas en una operación argentina conjunta de la Armada y la Fuerza Aérea acompañada de acciones diplomáticas en las Naciones Unidas.

• En los meses finales de 1977, la atmósfera diplomática con Gran Bretaña se hallaba bastante deteriorada. Durante ese año los argentinos habían disparado contra un buque británico, habían retirado su embajador en Londres y habían solicitado a ese país el retiro del suyo, y se habían reinstalado en la Isla Morrell. Esta última acción, fue calificada por los británicos como una "violación de su soberanía". Además, el Gobierno argentino, a través de su agregado naval en Londres Capitán Anaya, había informado al británico que estaba dispuesto a interceptar y eventualmente hundir a cualquier intruso en aguas territoriales argentinas en los alrededores de las Malvinas.

• Entre 1977 y diciembre de 1981 continuaron los encuentros entre los representantes del Reino Unido y de la Argentina. Estos tuvieron lugar en Nueva York, 13 y 14 de diciembre de 1977; Lima, 15 y 16 de febrero de 1978; Nueva York, 14, 15, y 29 de septiembre de 1978; Ginebra, 18 y 19 de diciembre de 1978; Nueva York, 21 al 23 de marzo de 1979 y 28 de septiembre de ese año; y también en Nueva York el 28 y 29 de abril de 1980; otra vez en Nueva York, 23 y 24 de febrero de 1981; y París, 15 de junio. En todos ellos se intentó buscar una conciliación cada vez más difícil entre las posturas de cada parte, cooperación y soberanía. Este intento estaba impulsado, fundamentalmente, por el gabinete económico encabezado por José Alfredo Martínez de Hoz

• El año de 1982 significó el inició de nuevas rondas de negociaciones que como todo nuevo intento conllevaba cierta grado de optimismo. Sin embargo, la intransigencia de las partes llevó a la percepción de que las soluciones diplomáticas se agotaban rápidamente y comenzaron acumularse los negros nubarrones de una crisis en ciernes. El Gobierno británico iniciaba las negociaciones con nada nuevo para ofrecer a los argentinos. Por otra parte, éstos que iniciaron las negociaciones en 1965 con expectativas de una rápida solución a su favor, se hallaban cada vez más impacientes por llegar a esa solución y no otra.

El desembarco en Puerto Argentino era inevitable.

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