viernes, 14 de agosto de 2009

CLASE OBRERA Y PERONISMO (1946/55)


por Taller de Historia Desde Abajo

La base económica del peronismo original fue la industrialización y el desarrollo del mercado interno de bienes de consumo. Son bien conocidas las realizaciones del peronismo, nuestro objetivo es señalar sintéticamente sus líneas principales:

1) La traslación de ingresos del sector agrícola al sector industrial

Para este primer objetivo creó el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio. A través de la fijación de precios internos y un riguroso control de cambios, el IAPI obtenía recursos que se destinaron a financiar planes de industrialización.

No solo el gobierno intenta debilitar el poder económico de la burguesía terrateniente. También ataca ese poder en sus relaciones sociales, promulgando el Estatuto del Peón Rural e introduciendo la legislación laboral en las estancias.

Se pretendía regular la relación peón/patrón por medio la Comisión Nacional de Trabajo Rural, compuesta por representantes de patrones y peones. Por primera vez se establecieron en el campo vacaciones pagas, jornadas de ocho horas de trabajo, descanso dominical, sueldos mínimos, indemnización por despido y medidas de seguridad e higiene. (Por un petitorio mucho más modesto habían sido fusilados los peones rurales de la Patagonia en 1921 durante gobierno de Hipólito Yrigoyen).

La burguesía terrateniente, en particular la de la Pampa Húmeda, continuó teniendo en su poder la producción de las divisas necesarias para un proceso de industrialización. Superar este cuello de botella del capitalismo dependiente hubiese requerido de la expropiación de la renta agraria.

La confrontación entre la “Nueva Argentina” y la “Argentina oligárquica” no fue menor, pero se detuvo en este límite. Traspasarlo hubiera significado modificar estructuralmente el sistema económico, romper la dependencia de una industrialización realizada sin una acumulación originaria de capital.

2) El control financiero del país por parte del Estado

Al nacionalizar el Banco Central (dirigido hasta entonces por un directorio compuesto, en su mayoría, por representantes de los bancos extranjeros más importantes) y centralizar el sistema de seguros en un cuasi monopolio estatal, el Estado se aseguró el control financiero del país, transformándose en el principal instrumento de crédito.

La nacionalización y creación de empresas estatales (Ferrocarriles, Teléfonos, Líneas Marítimas etc.), creó en las fracciones de la clase obrera ligada a ellas una estrecha ligazón entre el modelo económico peronista y las reivindicaciones obreras. Lo cual fue la base para el surgimiento de un nacionalismo económico y social con un importante contenido de clase.

Defensa del patrimonio nacional y reivindicaciones de clase estuvieron siempre unidas para la mayoría de los trabajadores peronistas. Esto será muy importante para la resignificación del peronismo que se produce a partir de 1955.

3) La redistribución del ingreso en favor de la clase obrera y las fracciones sociales subordinadas.

Más allá de cualquier consideración política, la redistribución del ingreso tiene un beneficiario objetivo: la clase obrera y los sectores asalariados.

• Entre 1945 y 1948 los salarios reales de los empleados públicos tuvieron un alza del 35 % y los de los obreros industriales subieron en un promedio del 50 %.

• En el mismo período el consumo, tanto en el sector público como en el privado subió alrededor del 20 %.

• Las cajas de jubilaciones pasaron de 300.000 afiliados en 1944 a 3.500.000 en 1949. Y se estableció por ley un fondo para otorgar pensiones a toda persona de escasos recursos mayor de 60 años no amparada por ningún sistema jubilatorio.

• A esta realidad se deben sumar todos los beneficios del salario indirecto: colonias de vacaciones, planes de vivienda, la asistencia de la Fundación, dirigida por Eva Perón, en la distribución de indumentaria, textos escolares y la atención de necesidades individuales y familiares.

• Los hospitales públicos, entre 1946 y 1951, duplicaron la cantidad de camas hospitalarias.

• En la educación, la matrícula primaria creció un 34 % entre 1945 y 1955, la secundaria lo hizo en un 134 %, la universitaria se triplicó y en 1949 se eliminaron los aranceles.

• A partir de 1950 se revierte la tendencia a favor de la clase obrera en la participación en el PBI; sin embargo, la participación del “sector” trabajo pasa del 44,8 % en 1944 al 58 % en 1954. Al mismo tiempo, las utilidades empresarias descienden del 55,2 % al 42 % en 1954.

• Las conquistas que quedaron establecidas en la Constitución de 1949 incluían jornada laboral de 8 horas diarias, indemnizaciones por despido, aguinaldo, vacaciones y disposiciones particulares sobre condiciones de trabajo.

Con esta breve reseña, pretendemos dar una idea aproximada de la magnitud de las modificaciones operadas en las condiciones de vida y trabajo, tanto de la clase obrera como del conjunto de las fracciones populares, durante el peronismo original.

Estado y sindicatos

El movimiento obrero participó activamente de la acción estatal. Apoyados por la política crediticia del sector oficial, numerosos sindicatos construyeron sus propios policlínicos y colonias de vacaciones.

En este marco, dado por la conquista de históricas demandas del movimiento obrero —y de otras ni siquiera imaginadas por los luchadores obreros—, se comienza a dar la integración del sindicalismo con el Estado. Hubiera sido incomprensible que los beneficiarios lo vieran críticamente.

La participación de dirigentes sindicales en el gobierno se da a través de la integración individual. La participación en cargos electivos o en funciones en el Poder Ejecutivo (ministros, secretarios etc.) no surge de decisiones tomadas por un colectivo político con unidad de objetivos (es decir, un partido).

Esta integración individual es decidida por Perón que inaugura, utilizando su enorme peso político, la “verticalidad” que signará la práctica del peronismo hasta 1974. La recurrencia a la “verticalidad” será, repetidamente, el argumento de los sectores burocráticos y reaccionarios del peronismo para dirimir la lucha interna en el terreno de la “doctrina”.

Este es el primer punto de conflicto entre Perón y los fundadores del Laborismo, y culmina con la disolución del Partido.

Sin embargo este límite en su voluntad de autonomía y esta integración subordinada al Estado del movimiento obrero, no significa que los trabajadores hayan renunciado a reconocer intereses propios como clase en el marco de un gobierno que, con pleno derecho, consideraban suyo.

El esfuerzo conciente de Perón por disolver el Partido Laborista; los cambios en la política económica del gobierno frente al agotamiento del primer período de auge entre 1950 y 1955; el Congreso de la Productividad (bloqueado por el movimiento obrero) y la conducta del gobierno frente al golpe oligárquico de 1955; nos permiten afirmar que la dirección de la alianza peronista no estuvo en manos de la clase obrera.

A pesar de ello, esta clase mantuvo la defensa de sus conquistas económico/sociales y condiciones de trabajo con su apoyo multitudinario a un gobierno del que era la base imprescindible en el espacio público de la plaza y, en su lugar de trabajo, con un instrumento que existió solo como resultado de su vitalidad como clase y de su presencia activa en el peronismo: las Comisiones Internas y los Cuerpos de Delegados de fábrica.

La tensión, entre el proceso de centralización e incorporación al Estado de los sindicatos y la CGT impulsado por el gobierno y la acción de las Comisiones Internas de fábrica fueron la expresión de la puja por la hegemonía al interior del peronismo.

Los límites de la clase obrera en esta puja podemos analizarlos siguiendo a Antonio Gramsci, quién define al “sindicalismo teórico”, en tanto derivación del liberalismo como la teoría que “ ...en cuanto se refiere a un grupo subalterno al que con esta teoría se impide convertirse alguna vez en dominante, desarrollarse más allá de la fase económica corporativa para elevarse a la fase de hegemonía ético política en la sociedad civil y dominante en el Estado.”

El delegar en Perón la conducción “estratégica” de la política supone un límite al desarrollo de una política de clase que profundice los logros de la alianza peronista en el gobierno. La fuerte defensa de los intereses de clase, que se da entre 1945 y 1955, no logra superar ese límite: el del “sindicalismo teórico”, una variante de economicismo y liberalismo, fundado en la separación entre lo político y lo económico como dos esferas autónomas de la realidad.

La clase obrera defiende a partir de 1946 los términos en que participa del peronismo, asegurando con su lucha el cumplimiento de las medidas laborales y sociales por las que había votado en febrero de ese año. La mayor cantidad de huelgas se dan en los tres primeros años del gobierno, con el objetivo que se cumplan las resoluciones establecidas por la nueva legislación.

Interesa señalar esto último para desmentir las visiones, ampliamente difundidas, de que las reivindicaciones económicas y sociales fueron una dádiva graciosa. (Ver CUADRO 1)

Identidad y autonomía

Algunos testimonios nos pueden ilustrar acerca de lo que caracterizamos como la vitalidad de la clase obrera dentro del peronismo.

El 6 de junio de 1948, el periódico El trabajador de la carne, vocero de la Federación de ese sector (cuando ya la corriente Laborista liderada por Cipriano Reyes había perdido la conducción) decía: “Los sindicatos apoyan al gobierno revolucionario precisamente porque es revolucionario. Porque es nuestro e interpreta las aspiraciones del proletariado. Sin duda este apoyo no puede limitarse al apoyo obsecuente (...) una burocracia frondosa, asustada de perder posiciones personales que ha ganado precisamente debido a la inactividad de los trabajadores que no han sabido ocupar el lugar que les corresponde (...) Si por mala suerte el Líder un día desapareciera del escenario de la lucha, los trabajadores volveríamos automáticamente a la situación anterior a la revolución, rodeados de enemigos (...)”.

La Unión Obrera Metalúrgica, luego de varios conflictos por fábrica, decretó un paro nacional en noviembre de 1947. Sebastián Borro, dirigente gremial durante el primer peronismo, militante de la Resistencia, dirigente de la huelga del frigorífico Lisandro de la Torre en 1959 y figura histórica del peronismo combativo decía en 1993: “....allá por el año 39, cuando yo empecé a trabajar en un taller mecánico a aprender el oficio de tornero, (...) aparecía un afiliado al gremio y tenía miedo de mostrar el carnet porque ese carnet significaba apaleo después por la policía por que era afiliado a un sindicato. (...) yo me había afiliado en el año '41 (...) yo también escondía el carnet porque podía ir preso”.

Al referirse al golpe de junio de 1943, que dispuso la libre afiliación sindical, expresa Borro: “Pero viene esa transformación donde se empieza la afiliación en el orden nacional (...) Alfredo Palacios dio a este país una ley, la 11.729, donde se garantizaban los derechos de los trabajadores. Esta ley no se cumplía, fue aprobada en 1928 y no se cumplía en forma total, porque parcialmente algo se cumplía a través de ese movimiento que había tomado el poder en 1943. Se amplía esa ley y se garantiza el derecho a las vacaciones, el derecho al pago de enfermedad. Mi padre trabajaba conmigo en el taller; después de haber trabajado la Semana Trágica de Vasena en el año 19 y hasta esa época, el año ‘43 y ‘44, tenía 25 años trabajados y jamás le habían dado un día de vacaciones y siempre que se enfermaba tenía que ir a trabajar enfermo porque sino no percibía el jornal (...)”.

Borro también recuerda que: “Fui a trabajar a Talleres Matta en el año 46. En 1949 (...) a mi padre, a mí y a unos 40 compañeros nos dejan cesantes; pero había una ley que se cumplía: había que pagar indemnización".

En 1949 yo era delegado de esa empresa, Perón presidente; se estaba construyendo el gasoducto que venía del sur hacia Buenos Aires, esa empresa (que hacía máquinas de construcción) tenía contratos con el gobierno para hacer ese trayecto. ¿Que pasó? No cumplía con los trabajadores y nosotros le paramos 45 días. Perón era presidente pero yo era dirigente gremial y defendía los intereses de los trabajadores. Y no porque yo quería, porque si los trabajadores no nos acompañaban tampoco podía hacer nada.

Pero hay que hacerles conciencia a los trabajadores; y no yo solo, porque era una Comisión Interna que era de seis compañeros y había un secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, que se llamó Hilario Salvo, que comprendía que había derechos y había que hacerlos cumplir y la única manera que los patrones cumplieran era el paro.

Algunos decían: ‘Yo no lucho, yo soy amigo de Perón’. Les dijimos: ‘acá hay que luchar y hemos ganado la huelga, tuvieron que pagar los 45 días’”.

Cabe destacar, por último, que la fuerza de las Comisiones Internas —como espacio de autonomía de la clase obrera—, aparecerá durante todo el gobierno peronista en conflictiva supervivencia, aún en los momentos de mayor integración del sindicalismo con el Estado.

Se quiebra el peronismo original

A fines de 1948 comienza a agotarse la “edad de oro” del peronismo original.

El proceso de industrialización había permitido sustituir importaciones de bienes de consumo. La producción industrial continuaba atada a los ciclos de la economía mundial y su crecimiento dependía a largo plazo, de que las exportaciones agropecuarias generaran las divisas necesarias para financiar los las importaciones de insumos y bienes de capital.

La caída de los precios de las exportaciones agropecuarias en los mercados internacionales, acentuada por el boicot norteamericano a las exportaciones argentinas (exclusión del Plan Marshall), privó al Estado peronista de la principal fuente de recursos sobre la que estaba basada la redistribución del ingreso nacional en favor de los trabajadores. Por lo tanto, los aumentos de salarios comenzaban a afectar la tasa de ganancia de la burguesía industrial. Eso crea las condiciones estructurales para la ruptura de la alianza entre el capital y el trabajo.

A principios de 1952 la situación económica era crítica por escasas reservas, insuficientes saldos exportables (luego de dos años de sequías) y un serio deterioro de los términos de intercambio a nivel internacional.

El gobierno opta por colocar en los trabajadores la responsabilidad de superar la crisis a costa de una mayor “productividad” (extracción de plusvalía) para restituir la tasa de ganancia a las patronales. En marzo de 1952 propone el Plan de Estabilización. Este Plan contemplaba una serie de medidas destinadas al control de la inflación (desatada por la puja distributiva entre las diferentes fracciones) y la recuperación del sector externo centradas en la restricción del consumo, el fomento del ahorro y el aumento de la productividad de los trabajadores.

Fue creada la Comisión Nacional de Precios y Salarios y el gobierno extiende la vigencia de los convenios colectivos de un año a dos. Se dispuso que los salarios debían estar atados a la productividad.
En diciembre, Perón anuncia al Congreso y al país el 2º Plan Quinquenal.

Miguel Miranda es desplazado; Alfredo Gómez Morales y Roberto Ares inician el camino para desmontar los obstáculos que la estructura productiva peronista colocaba en el avance del capital extranjero, en especial el norteamericano.

El 26 de julio de 1952 muere Eva Perón.

En 1951, convocado por la CGT, se realizó un “Cabildo Abierto” donde había sido plebis citada para ser candidata a vicepresidente. La corporación militar vetó su candidatura y ese veto fué aceptado por Perón. Se ha discutido mucho acerca de los alcances del rol de Evita en el peronismo, se puede afirmar que su acción no modificó estructuralmente las condiciones de los trabajadores; no obstante puede señalarse al “renunciamiento” como un retroceso para la clase obrera dentro de la alianza peronista.

El 17 de octubre de 1952 una multitud reunida en Plaza de Mayo, como todos los años, impide hablar a José Espejo secretario general de la CGT y fuerza su renuncia. La plaza era el espacio donde, con solo el peso de su número, los trabajadores participaban.

En 1953 se realiza el Congreso General de la Industria, donde el eje es el aumento de la productividad de los trabajadores “sin afectar su salud ni sus derechos”. La ofensiva patronal ya era explícita.

El 17 de octubre de 1954, Eduardo Vuletich, secretario general de la CGT, le ofrece a Perón un Congreso para colaborar “con que se arribe a conclusiones satisfactorias” respecto a la productividad.

La resistencia obrera frente a la ofensiva de las patronales peronistas está a cargo de los sindicatos de primer grado y de las Comisiones Internas. Se da cuestionando la legitimidad de los cambios que se pretender introducir a los convenios de 1946/48 base del pacto peronista original. Esto impide que el Congreso arribe a “conclusiones satisfactorias”.

José B. Gelbard, integrante del gabinete en nombre de la CGE, sintetizaba las aspiraciones de la burguesía peronista: “Cuando se dirige la mirada hacia la posición que asumen las comisiones internas sindicales, que alteran el concepto de que es misión del obrero dar un día de trabajo honesto por una paga justa, no resulta exagerado, dentro de los conceptos que hoy prevalecen, pedir que ellos contribuyan a consolidar el desenvolvimiento normal y la marcha de la empresa. Tampoco es aceptable que, por ningún motivo el delegado obrero toque un pito y la fábrica se paralice”.

Silbada la CGT en la plaza pública, el conflicto entre los aliados peronistas se da en el lugar de trabajo donde no hay acuerdo acerca de “lo justo” y sobre los conceptos que deben “prevalecer”.

Así llega a 1955 la clase obrera, silbando a sus traidores en la plaza y resistiendo en las fábricas con sus cuerpos de delegados.

1 comentario:

ex dijo...

Tambien cabe mencioanar que el gobierno de peron fue el que mejoro la indemnizacion por despido