lunes, 25 de mayo de 2009

FUERZAS ARMADAS Y NACIONALISMO ECONOMICO

Por Blas Alberti

Al cumplirse este 29 de mayo un nuevo aniversario del Ejército Argentino, rescatamos parte de un estudio escrito por el pensador nacional Blas Manuel Alberti (1930 - 1997), que precedió a una selección de textos del industrialismo castrense publicados por Ediciones del Mar Dulce en 1982. Dicho estudio fue escrito en junio de aquel año inolvidable.


El nacionalismo jacobino que caracterizó al gobierno instalado el 25 de mayo de 1810 en sus primeros tramos, representará sin duda la primera tentativa efectiva de un plan de gobierno orientado a “la protección de las artesanías y manufacturas para la localización de industrias en el interior, junto con el laboreo agrícola, la extirpación del latifundio para la proliferación de labradores, la realización de obras de riego, la nacionalización y explotación estatal de minas metalíferas para mejorar las condiciones sociales con su producto, la confiscación de bienes de los enemigos emigrados, la obligación de mantener en el país el 50 % del capital aplicado al comercio exterior y la prohibición de todo cuanto tendiera a la erradicación de capitales".

Dicha orientación expresaba los aspectos nucleares del Plan Revolucionario de Operaciones redactado por Moreno a encargo de la Primera Junta, de acuerdo al pensamiento más avanzado del movimiento de mayo, cuyo carácter industrialista e hispanoamericano hoy ya casi nadie discute.

En esta perspectiva, el pensamiento económico y político del general Manuel Belgrano constituye una contribución cuyos verdaderos alcances todavía no ha dilucidado a fondo la historiografía científica, demorada en sus juicios por el peso negativo de una tradición cultural que ha deformado el pasado, disminuido el significado de las grandes figuras u ocultado en otros casos la documentación probatoria.

Se ha tergiversado la aptitud militar de Belgrano, de quien Pérez Amuchástegui dice: "Es del caso convenir que, entre la mediocridad castrense de los militares disponibles de la época, Belgrano sobresalía enormemente", como se ha omitido el carácter definido de su nacionalismo jacobino madurado en su larga estancia al frente del Consulado y en la frecuentación de textos y personajes vinculados a las más avanzadas ideas mercantilistas.

(...) El Brigadier Ferré expuso los lineamientos fundamentales, en la teoría y en la práctica, del nacionalismo económico que en el fragor de las guerras civiles surgía en las cabezas más lúcidas o se expresaba en iniciativas concretas (caso de la “Ley de Aduana”).

Este pensamiento cobraba en los casos de Belgrano y Ferré verdaderas dimensiones de programa histórico de la revolución nacional, ya que durante todo el período que abarcan sus autores permaneció vigente la posibilidad de constituir una gran nación sudamericana tal como lo testifican los documentos liminares del período revolucionario inmediatamente posterior a 1810, y expresan al mismo tiempo la existencia de intereses concretos que intentaron a través del "comercio activo" y la construcción de una flota mercante de altura (hacia 1800 el Río de la Plata contaba con una flota importante por todos los mares) propulsar el capitalismo nacional a través de la protección de las manufacturas locales.

La crisis de la gesta emancipadora y el ocaso de los generales revolucionarios e industrialistas del siglo XIX, abrió paso, con estrépito después de la caída de Rosas, al librecambismo probritánico sostenido por la burguesía comercial del puerto de Buenos Aires que tuvo en otro general, Mitre, al campeón del liberalismo económico y la colonización cultural.

Es a partir de Mitre que se abren las perspectivas para la consolidación de la oligarquía terrateniente que con base histórica en la pampa bonaerense someterá al resto del país. como enclave de los grandes imperios europeos, en especial de Gran Bretaña, a la condición de semicolonia agroexportadora.

El siglo XX cambia la perspectiva de la producción militar en materia de estrategia industrialista pues ya no serán las condiciones impuestas por una sociedad en estado de revolución las que inspirarán los aportes, casi siempre polémicos, sino las crisis de la sociedad dependiente ya consolidada.

Aquí sobresalen los nombres del Capitán de Fragata José A. Oca Balda, los Generales Alonso Baldrich, Enrique Mosconi, Manuel Savio, el Teniente Coronel Mariano Abarca, los Almirantes Storni y Gregorio Portillo, el Brigadier Ignacio San Martín, el General Enrique Guglialmelli y, por supuesto, el Teniente General Juan Domingo Perón.

La crisis de la Argentina oligárquica, precipitada a partir de 1930, habría de revelar las gruesas debilidades estructurales de una sociedad conformada de acuerdo a la división mundial del trabajo en cuyo centro Gran Bretaña ejercía el liderazgo de la industrializada Europa y nuestro país ocupaba el lugar subordinado de proveedor de alimentos.

Esta situación había postergado el crecimiento económico, deformado la estructura productiva conviniendo la geografía socio-económica del país en un mosaico de desigualdades de desarrollo propias de la condición semicolonial y alejado por lo tanto la posibilidad de constituir una nación moderna con una autosuficiencia que acordara con la aspiración de vida independiente y soberana.

La crisis del capitalismo europeo había desnudado todas las falencias y éstas constituirían desde ahora el nuevo punto de partida del pensamiento económico militar.

La asociación entre las necesidades de la defensa nacional, aspecto específico del rol de las fuerzas armadas en el mundo moderno, y la estructura económica y cultural del país conmovido por la irremediable decadencia del modelo agroexportador de nuestro capitalismo dependiente, produjo la chispa que reencendió en este siglo el pensamiento revolucionario en el seno de las Fuerzas Armadas.

El recorrido de los problemas planteados por la insuficiencia de nuestra producción de acero o combustibles y la ausencia de una poderosa industria de transformación capaz de garantizar ella misma las exigencias de una provisión bélica ajustada a las demandas reales o potenciales, descubrió la subordinación material y espiritual de la Argentina respecto de los grandes poderes del imperialismo mundial y ayudó a la elaboración de las ideas y trabajos que en sus fragmentos significativos transcribimos.

Gran parte de la legislación protectiva que es generada a partir de la crisis de los años ‘30, como reacción ante la tendencia recesiva y la parálisis de nuestras exportaciones, así como la política nacional que se intenta en el período 1945-1955, tienen su origen en el pensamiento militar.

Remite al impulso transformador de esas ideas afianzadas en medio de la segunda guerra mundial y que por influencia de este mismo evento ayudan a la propagación de una generación militar de orientación nacionalista, industrialista, proyectada hacia el objetivo de independencia económica, soberanía política y justicia social que caracterizó el programa del peronismo histórico.

Pero si estas audaces conceptualizaciones —cuyas correspondencias en el campo intelectual no militar pueden ser ejemplificadas con los nombres de Arturo Jauretche y Scalabrini Ortiz— tuvieron la virtud de poner al descubierto nuestras falencias históricas en materia de desarrollo económico-social (...).

(...) El impulso fundamental de todo proceso de transformación de la estructura productiva de una sociedad, con todas las consecuencias que ello acarrea, proviene de una decisión política que apunta a la resolución de una carencia manifiesta (subdesarrollo, insuficiencia de recursos, falta de independencia en las decisiones estratégicas, etc.) y constituye el punto de partida como proyecto ideal al que se integran todos los esfuerzos de la parcialidad del espectro social a cuyos intereses responde.

La asunción de la debilidad material sólo puede convertirse en verdadero e insoslayable propósito de transformación del todo productivo, económico, social y cultural, si es aprendido como conciencia histórica de una dependencia que reconoce que, detrás de las realidades económicas, se mueven imperios políticos y clases sociales —internas y externas— cuya garantía de sobrevivencia asienta una palanca decisiva en la colonización cultural.

(...) ¿Qué reflexión puede suscitar si no, la ejemplar como sacrificada y oscurecida biografía del Brigadier Ignacio San Martín, fundador de la industria aeronáutica y automotriz argentina, ante la decadencia que posteriormente se verificó en consonancia con la restauración oligárquica de 1955 y la absorción de mercado por las grandes multinacionales del imperialismo?

¿De dónde surgió esa maravilla mecánica del ingenio argentino que es el "Pucará" victorioso, sino de esa estructura militar productiva cuyas bases echó el Brigadier San Martín?

Parecía en verdad increíble que un conflicto armado contra las grandes potencias colonialistas de Europa, fuera capaz de remitir a la nostalgia de ese proyecto tronchado por la acción pertinaz de las fuerzas oligárquicas cuya sobrevivencia en coalición con los grandes intereses financieros internacionales, se verificó tan despiadada como eficaz desde 1976.

La dependencia armamentística respecto a las grandes potencias que enfrentamos a consecuencia de la recuperación de las islas Malvinas, desnuda la debilidad de nuestra industria desquiciada por el grupo de Martínez de Hoz y Alemann, tanto como el olvido por parte de las Fuerzas Armadas del ideario industrialista, nacional y antiimperialista, revela hasta qué punto el poder de las grandes fuerzas internas y externas del campo antinacional es capaz de burlar ese proyecto.

(...) El pensamiento militar tiene mucho que ver en el descubrimiento de nuestra condición de dependencia, en la búsqueda de las soluciones económicas y técnicas a esa situación y en la denuncia de los intereses que obstaculizan el desarrollo del país como potencia industrial.

Su profundización histórica es necesariamente complementaria respecto de dicho descubrimiento y tiende a vincularlo con la mejor tradición histórica y política. Demanda a su vez una revisión profunda de nuestra dependencia cultural para que, a partir de allí, permita reasumir el ideario transformador que implica, con decisión irreversible, el mandato histórico de nuestra revolución nacional inconclusa.

Las armas nacionales han vuelto a enfrentar después de 130 años al imperialismo poniendo de ese modo en movimiento una realidad que aparecía tenazmente oculta (N. de la E: se refiere a la batalla de Puerto Argentino del 2 de abril de 1982). Nuestros enemigos han sido los de siempre, los antiguos amos de Europa y EEUU. La ficticia unidad "panamericana" se ha derrumbado bajo el fuego de los cañones resurgiendo la otra identidad, aquella que también en el siglo XIX las armas nacionales de los ejércitos libertadores intentaron consolidar.

Pero si aquella vez la necesidad de unión latinoamericana brotaba de la legítima herencia colonial, que la imponía como natural proyecto del porvenir independiente, hoy a esa misma historia se suma la desgarrada geografía del sufrimiento y la humillación que soportamos junto a las hermanas repúblicas del continente, al enfrentar la sólida prepotencia de los "líderes" del "mundo libre", que no han escatimado esfuerzos para hacemos comprender que nuestro destino es aquel que esos mismos poderes nos niegan.

1 comentario:

Julio Fernández Baraibar dijo...

Merecido recuerdo al querido Blas Alberti. Tuvimos oportunidad de hacerle un homenaje en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA en el año 2007, en el que hablaron el decano y su conmpañero de estudios y amigo de toda la vida Ernesto Laclau.
Este es un muy buen blog.
Felicitaciones
Julio Fernández Baraibar