lunes, 1 de marzo de 2010

REBELION EN LAS LETRAS

Germán Rozenmacher, autor del relato “Cabecita negra”.

por Ernesto Goldar

Desde el temprano fracaso del proyecto de 1955 y de su principal sostén político (la entonces numerosa clase media urbana, compuesta de profesionales, cuentapropistas, universitarios, etc.), comienza a gestarse entre los jóvenes de esta extracción —especialmente en los núcleos artísticos e intelectuales— una progresiva radicalización de sus manifestaciones estéticas e ideológicas. Una de las formas habituales de tal conflicto generacional será la valoración del peronismo proscrito y la correlativa distancia de la heredad familiar.

Este quiebre —que habrá de manifestarse más nítidamente en la generación posterior— fue percibido, con gran agudeza, por el escritor Ernesto Goldar quien, en su notable ensayo de 1971 El peronismo en la literatura argentina, señala los síntomas del cambio entre las páginas de la vanguardia literaria. De allí proviene el siguiente fragmento.



El enfrentamiento entre intelectuales y país real subsiste después del ‘55. Pero un larvado proceso de acercamiento, replanteo, olvido, superación de esquemas y de paréntesis mentales se insinúan en primer término a partir de la intransigencia frondizista, que trata de aproximar los vértices clase media / peronismo que pendían como una rémora desde los días de octubre; más tarde, el desvanecimiento de la ilusión frigerista y la crisis de la legalidad oligárquica el 18 de marzo de 1962, subrayan el momento preciso, el tránsito clave para volver la mirada, alinearse para un reacomodo revalorizante y transfigurar el encono reencontrándose en un cambio de actitud.

Sectores intelectuales de pequeña burguesía, principalmente de izquierda, comienzan a concientizar lo nacional desobnubilándose de la mistificación de la pedagogía oligárquica para romper con un pasado intelectual y político del que se avergüenzan. En principio son conatos con fisuras, introspecciones sin solidez, pero una vez orientados acentúan el paso y producen vertiginosamente.

La triste experiencia del radicalismo enmohecido de Arturo Illia y el golpe militar del ‘66 plantean una nueva alternativa a la clase media: si hasta hace poco sirvió como histérica masa de maniobra para la política antinacional del régimen, la crisis del sistema agroexportador derivado de la sofocante concentración monopolista y el fracaso y quiebra de los viejos partidos —incluida la izquierda cipaya— provoca la reconsideración por intelectuales de clase media respecto del proletariado y su ideología nacional.

Revisando casi una veintena de narradores que publicaron entre 1964-1970 (Bernardo Kordon, Germán Rozenmacher, Juan José Saer, Daniel Moyano, Pablo Babini, Aníbal Ford, Mario Szichman, Miguel Briante, Abelardo Castillo, Valentín Fernando, Francisco Urondo, Ricardo Piglia, Rodolfo Walsh, Pedro Orgambide, Bernardo Verbitsky, Iverna Codina, Germán García, Jorge Onetti, y otros), podemos apuntar una reflexión sobre la persistencia temática y el sentido de la búsqueda.

Si bien es cierto que se trata de un conglomerado desparejo con experiencias y formaciones distintas, de una producción sin propuesta ni visualización conceptual concreta, el peronismo como presencia, la recurrencia al proceso en busca de apoyaturas temáticas, su utilización, las aproximaciones fictivas, la condena moral a la revancha, la exaltación de heroísmo popular y la integración que presupone este reencuentro, explicitan ya, por la ruptura definitiva con el embotamiento tradicional, la apertura hacia una coherencia de adultez grupal.

Cuando narradores tan inesperados como el (todavía) liberal Pedro Orgambide, el sartreano Abelardo Castillo o, para señalar exponentes ruidosos, los tributarios de la vieja izquierda Verbitsky y Onetti (apuntan) y coinciden en revalorizar al peronismo que han "descubierto", es porque la tendencia hacia una nacionalización de la literatura es tan irresistible que los iniciadores actuales aparecen como los primeros sorprendidos.

Cada vez se perfila con más claridad que la superestructura colonial debe morir y que el esfuerzo intelectual consiste en expresar la realidad para subvertir la dependencia.

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