viernes, 25 de septiembre de 2009

FEINMANN / CULLEN - DOS CARTAS


El pasado domingo 26 de julio de 2009, nuestro blog publicó —bajo el título José Luís Nell y Lucia Cullen— una carta del historiador Rafael Cullen dirigida al director del diario Página 12. (La misma puede leerse en la sección “Archivo del blog”).

La intención de dicha carta, según palabras del propio Cullen, era hacer valer “un acotado derecho a réplica” respecto a un escrito de José Pablo Feinmann —publicado en ese medio—, donde se abordan las figuras históricas de su hermana, Lucía Cullen, y de su cuñado, José Luís Nell. En el texto de Feinmann aparecerían “importantes omisiones que falsifican los hechos que se mencionan”.

La carta nunca fue publicada por Página 12. Sí, como decíamos, se publicó en nuestro blog, lo cual motivó gran cantidad de mensajes y comentarios.

Entre ellos, recibimos uno de José Pablo Feinmann que incluía una carta dirigida a Rafael Cullen, que me encargué personalmente de hacerle llegar. Algún tiempo después, Rafael me envió su parecer sobre las opiniones de Feinmann.

Ambas posiciones son publicadas a continuación, con el sincero deseo de que contribuyan a madurar el debate sobre nuestra historia.

Por CONTEXTOS: Manolo Giménez



Carta de José Pablo Feinmann

De mi mayor estima:

Días atrás les envié un mail para Rafael Cullen, quien se ha empeñado en demostrarme qué sé yo qué cosas que conducirían a demostrar que José Luís Nell no mató a dos personas en el asalto al Policlínico Bancario.

Tal vez no le llegó. Porque apareció un sobre en mi casa, con una publicación en el desagüe universal de la mediocridad y el resentimiento que es Internet. Para ver si este hombre se serena y deja de enviarme ese texto les reenvió mi mail.

Si Uds. tuvieran la amabilidad de reenviárselo se los agradecería mucho. Además, como es muy afectuoso, porque yo no tengo nada especial con Nell, a quien sin duda he conocido mejor que él por haber sido compañero de la JP Lealtad tal vez lo deje algo satisfecho.

Gracias,
José Pablo Feinmann

Este es el mail:

Querido Rafael:

No son clases ni es un suplemento. Se trata de una obra de largo aliento sobre la totalidad de la historia del peronismo. Saldrá en dos tomos de 800 pp. c/u.

Me documento muy bien para todo lo que digo. Sobre José Luís sé muchísimo. Además de haberlo conocido, de haber formado parte de la bronca con la Orga después de Ezeiza, el documento más importante de la JP Lealtad lo escribí yo. Salió en la revista "Aluvión" a finales de julio del '74, la revista la dirigía yo. Pudimos sacar un solo número porque el Gobierno de Isabel - López Rega consideraba a la JP Lealtad una "segunda infiltración". En JP Lealtad estuvo José Luís.

El film de Ayala tiene muy buena la reconstrucción del asalto al Policlínico, por eso Barone (que te podrá decir quién soy yo y cuál es mi trayectoria, como tantos otros) la usa. Lo demás no sirve para nada. Es una chantada. Y más el personaje de Mirtha Legrand.

La división del MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara) de Tacuara existió, pero a mí igual no me cae bien. Cooke lo elogió mucho y hasta defendió a Nell. José Luís es una figura valiosa sobre la que ya volveré en mi (por ahora) suplemento dominical de Página 12. Su desdicha en Ezeiza, su condición de cuadripléjico y su suicidio, y su previo e inteligentísimo rompimiento con la Orga de los Montos.

Horacio González escribió un libro basado en José Luís. "Memorias de el hombre que dio un grito de corazón". Lo edito la editorial "Cimarrón", de Miguel Hurst. Era un hermoso libro. Pero no creo que quede un ejemplar. Y lo leí de punta a rabo al pie de la imprenta. Tratá de conseguir un ejemplar si no lo tenés porque es muy bello.

Sé muy bien la importancia de Envar El Kadri en el suicidio de José Luís. Fui muy amigo de El Kadri sobre todo a partir de su regreso, demasiado ecologista para mi gusto, pero era un gran tipo. José Luís venía con la columna de La Plata. Había muchos ahí, desde el Flaco Kunkel hasta Lupín Kirchner. Eran los de la FURN.

La FURN, en 1973, me propuso para el decanato de Humanidades en La Plata, lo que no pudo ser. No porque yo viviera en Bs. As. sino porque me había olvidado de dar mi tesis de licenciatura y Agoglia dijo: "Es demasiado. Tan joven y todavía le falta la tesis, tráiganme a otro". Di mi última materia en 1969 y me olvidé de la tesis por la coyuntura excepcional que todos vivíamos.

Ahora bien, esto no significa que yo tenga que justificar la cagada imperdonable que José Luís se mandó en el asalto al Policlínico. Dos vidas inocentes de dos trabajadores porque se bajó a los tiros del coche del asalto, nervioso y a la bartola.

No te ofendas si uso palabras como boludo o pelotudo u otras porque la característica de la larga historia del peronismo que estoy promediando es usar todo tipo de palabras.

José Luís no tendría que haber matado con tanta facilidad a dos personas. Si lo hizo fue porque venía mal de Tacuara y su pasaje a MRT era reciente y hay cosas que no se borran. Después se fue alejando de la muerte a través de su amistad con Mugica y por su amor con la chica Cullen. La película de Barone se llama bien Los malditos caminos (cito de memoria).

Tuvieron mucha mala suerte. Pero toda nuestra generación la tuvo. Te respondo a vos porque se trata de José Luís. No le respondo a nadie. Si tuviera que responderle a cada familiar que se enoja por lo que dije en una obra que (en mi compu) lleva ya 1.500 pp. tendría que pasarme el día escribiendo respuestas.

Espero que me hayas conocido un poco más. No soy un periodista, soy un licenciado en filosofía con 30 libros publicados. Escribo (en este caso) sobre hechos que viví, sobre mi generación. Lo hago con mucho dolor y a veces con mucha bronca.

Que José Luís se haya bajado a dos trabajadores sin saber quiénes eran, si tenían familia, si eran buenos tipos o lo que sea, es algo que siempre voy a condenar. Luego evolucionó. Y bien. Lástima esa herida tan trágica en Ezeiza. Tipos como él –que tuvieron el coraje de decirle a la conducción delirante de la Orga– que estaban meando muy fuera del tarro eran muy necesarios.

Un abrazo. Y quedate tranquilo: todavía tengo mucho que decir sobre José Luís. Y es la mejor parte.

Carta de Rafael Cullen

Manolo:

Como habíamos conversado, te mando algunas líneas sobre la carta de Feinmann dirigida a mí, que me hiciste llegar. No aparece en esas líneas la voluntad de un debate responsable y con la rigurosidad que las cuestiones tratadas merecen. Solo hay un conjunto de afirmaciones arbitrarias, frases efectistas e inventos. El homenaje a la verdad, y el respeto a quienes no pueden hablar y resignificar sus prácticas desde el hoy, obligan a responder para que esas afirmaciones no queden legitimadas por el silencio de quienes conocemos los hechos y las personas mencionadas.

Primera aclaración: nunca le escribí una carta a Feinmann. Si se dirigió a vos, seguramente es porque le debe haber llegado alguna repercusión de mi respuesta a través de tu blog. Solo pedí a “Página 12” en una carta de lector, un “ acotado derecho a réplica frente a importantes omisiones que falsifican los hechos”, a lo que el diario no hizo lugar; pese a la indignación que demostró el periodista que me recibió, al enterarse del motivo de mi pedido. Mi dirección electrónica estaba en la carta: Feinmann, o cualquier otro que hubiese querido, podía haberme respondido directamente a mí. Por esa vía, recibí numerosos correos que me sorprendieron por la cantidad y la solidaridad que expresaban.

No soy el único que ha sufrido ese ninguneo; Teresa Eggers Brass el 31 de agosto le ha exigido al mismo diario derecho a réplica por mentiras de Feinnman sobre su padre, Conrado Eggers Lan. Este caso es más grave, pues no sólo inventa anécdotas sobre la ida a Ezeiza el 20 de junio de 1973; habla de decisiones que Conrado tomó siendo director de la carrera de Filosofía que son falsas. Teresa presenta testigos que acreditan sus dichos; llama día por medio al diario para insistir en su derecho a la verdad y todavía no ha tenido respuesta. Tal vez este respaldo periodístico para silenciar las voces que lo desmienten y su relación con la cúpula del poder político actual, le permiten a este hombre la impunidad con que miente.

También sorprende la superficialidad de su pensamiento. En el mejor de los casos puede decirse —en palabras filosóficas—, que plantea sus afirmaciones en términos de “doxa” (opinión, conocimiento aparencial no fundado en la razón), no en términos de “episteme” (conocimiento fundamentado a través de la razón). Su texto abunda en calificativos de todo tipo, positivos o negativos o afirmaciones del tipo: no significa que yo tenga que justificar, o existió pero a mí igual no me cae bien; no existe una sola argumentación con respaldo empírico o teórico. Como si la opinión personal que a él le merecen los hechos o las personas, fuese el criterio decisivo para dictaminar sobre su valor o significado.

Ha tergiversado lo dicho por mí y refuta afirmaciones que nunca hice. A saber. Nunca intenté demostrar nada (qué se yo qué cosas dice Feinnman) y menos que Nell no mató a nadie; en la línea 15 de mi respuesta digo: Nell mató a dos trabajadores al disparar su metralleta. Lo que hice –en un breve texto– fue ubicar el origen de la violencia política en nuestra sociedad durante la segunda mitad del siglo XX, para contextualizar histórica y políticamente un hecho trágico.

Otra respuesta imprescindible. Hacerles decir a mi cuñado o a mi hermana que un laburante que no asume la lucha armada es un boludo, un gallina o un blando, en un diálogo imaginario y arbitrario que no pueden responder, no es usar una palabra “inconveniente” que pueda ofenderme; es una calificación moral que los ubica en una actitud de soberbia y desprecio para quienes eran los destinatarios de su militancia: los trabajadores y los sectores populares. Esto sí lo califico porque —aunque tuve importantes diferencias con ambos— conozco los motivos que los llevaron a la militancia política; y porque objetividad en el conocimiento no es igual a neutralidad política o ideológica (ideología en el sentido de ubicación frente a la realidad no de falsa conciencia). Lo califico sin ambigüedades: es una actitud miserable que tiene un objetivo político bien claro —el mismo que cuando afirma que eran los chicos malos de las familias de guita—: descalificar los objetivos de su militancia.

Otros inventos menores me interesa desmentirlos pensando en posibles utilizaciones futuras: mi cuñado nunca estuvo en la JP Lealtad, aunque sus críticas a la conducción de Montoneros y su visión del peronismo hayan coincidido en términos generales con los planteos de ese efímero posicionamiento. Me consta, personalmente, que después de Ezeiza y hasta su suicidio no tuvieron ninguna actividad política ninguno de los dos. Sólo redactaron una declaración de repudio a la muerte de Rucci que no llegó a circular. Tampoco Envar El Kadri, amigo de mi cuñado y mencionado por Feinmann, tuvo nada que ver con su suicidio. Sobre estas situaciones sólo cuento con mi testimonio; comprenderás que dar públicamente más detalles que lo refuercen no es algo que me resulte sencillo ni grato. Si alguien quiere desmentirme tendrá que presentar elementos adicionales a su mera opinión.

El debate político e historiográfico sobre nuestro pasado reciente hay que darlo en serio. Con rigor crítico y datos objetivos sobre lo que se plantea. Haciendo el esfuerzo por superar los fetichismos en el conocimiento. Quiero decir; sin convertir en fetiches a los diferentes protagonistas de nuestra historia política; líderes, militantes o quién fuese. En mi libro trato de hacerlo sin concesiones a nadie. Analizo la responsabilidad política del Líder Popular en 1955, utilizando fuentes orales y documentales. También hablo de la degradación moral de dos ex dirigentes montoneros, pero es a partir de conductas políticas demostradas. Se podrá discrepar, pero las cuestiones planteadas están fundamentadas. Creo que te consta porque me has hecho un aporte crítico, inteligente y respetuoso que te agradezco.

En la carta que me envía Feinmann no hay demasiada argumentación para ese debate. Todos los que menciona como conocidos de él (Mugica, Nell, El Kadri) están muertos. Los que refutamos sus dichos no disponemos de prensa (no es que nos interese refugiarnos en los canales electrónicos). Todo esto le asegura impunidad para sus dichos arbitrarios.

Si le interesa un debate responsable puede abrir para ello los espacios públicos de que dispone. Lo invito a ello. Lo que haga, no lo que diga, será su respuesta.

Afectuosamente
Rafael

PD: Esta es una carta personal, pero no está demás aclarar que puedes disponer de ella como te parezca. También consulté a Teresa Eggers que no tiene ningún inconveniente en que se mencione su exigencia de derecho a réplica a “Página 12”.

lunes, 21 de septiembre de 2009

EL DESARROLLISMO

por Roberto Carri

No son pocos los historiadores que limitan el influjo de las concepciones desarrollistas sólo al período en que Arturo Frondizi ocupó la presidencia de la Nación (1958 – 1962). Serio error de percepción que impide visualizar la estrategia del capital monopolista y su incidencia en la historia reciente de los argentinos.

Ciertos momentos en la obra de Roberto Carri (secuestrado en 1977, actualmente desaparecido) ayudan a recorrer el camino inverso. Esto es: a entender la línea de continuidad —mantenida tanto por dictaduras militares como por gobiernos civiles, con o sin legitimidad constitucional, desde fines de la década de 1950— en el modelo de integración periférica de nuestro país al capitalismo mundial.

Esta línea tiene hasta nuestros días una clara identidad desarrollista (siguiendo la caracterización de Carri) o neo desarrollista, más allá de los discursos y gestualidades de cada coyuntura. “Lo más importante —pensaba este sociólogo fundador de las Cátedras Nacionales— no es que los grupos políticos manifiesten abiertamente su simpatía por políticas desarrollistas declaradas, sino cuál es su práctica real”.

En este breve fragmento extraído de Poder imperialista y liberación nacional (1970), el lector podrá encontrar no pocas analogías entre las distintas épocas y modalidades del "desarrollismo práctico".


Existe un sector de la clase monopolista que necesita, para expandir y profundizar su dominio, un desarrollo de los mercados o áreas de influencia, que inevitablemente la conducen a choques y enfrentamientos con otros sectores de la oligarquía local y extranjera que, hasta hace poco, controlaban sin discusión las áreas ahora en disputa.

El desarrollismo es la política propiciada por los monopolios que buscan la expansión de sus áreas, integrando la nación en un solo mercado regional para imponer su dominio.

(...) Sobre la base del ascenso de sectores capitalistas, ligados a la actividad industrial o extractiva, básica y altamente reproductiva, se opera una nueva y más estrecha vinculación con la economía internacional, que es la clave para comprender el proceso político y económico argentino de los últimos trece años: la vinculación y en algunos casos la identificación del capital monopolista nacional con el capital financiero internacional.

El hecho fundamental en la Argentina es que el capitalismo se ha transformado absolutamente en capitalismo monopolista. En las condiciones de este capitalismo monopolista ya no hay lugar para el desarrollo de la libre concurrencia, ni tampoco para las "reformas" democráticas de estructuras y, mucho menos, para una democracia “pacífica”.

Los sectores claves de la producción industrial están dominados por el régimen monopolista. A medida que aumenta este dominio, los sectores donde aún sobrevivían sistemas de concurrencia van siendo desplazados. Esto no significa la desaparición física de las unidades económicas pequeñas y medianas, sino su sujeción a los intereses monopolistas, la liquidación para la gran mayoría de ellas de toda autonomía económica respecto al capital financiero.

Del análisis de la realidad nacional puede afirmarse qué más de la mitad de la producción se encuentra en manos de la centésima parte del número total de empresas. En ella tienen una preponderancia absoluta poco más de un millar de empresas que controlan, dominan y mantienen bajo su hegemonía la totalidad de la producción. Estas empresas, a su vez, están en manos de un pequeño grupo de monopolios industriales y financieros.

(...) En tanto no es la única política de los núcleos dominantes, los desarrollistas encuentran resistencias en sectores del mismo, que en ciertos momentos reducen o limitan su campo de acción. Por tanto, buscan alianzas con sectores populares ajenos a sus intereses de sector, pero que pueden ver con buenos ojos un cambio que desplace a la vieja oligarquía.

La idea de los desarrollistas —que se manifiesta en cada oportunidad en que pueden aplicar su política— es lograr la subordinación de sectores sociales con intereses diferentes y hasta contrapuestos a los suyos. Para ello construyen vastos programas políticos que contemplan mejoras generales que provendrán de la expansión económica y del "cambio de estructura para el desarrollo".

El desarrollismo pues, tiene dos aspectos que generalmente se formulan en forma unitaria pero no necesariamente van siempre juntos: uno es la política desarrollista de ampliación del mercado para un sector "modernizante" del capital monopolista; el otro es hacer creer al resto de la sociedad que los sectores "dinámicos", aquellos que persiguen el cambio y el desarrollo, son solidarios.

(...) El desarrollismo aparece también como una variante del reformismo en tanto sus objetivos son cambiar el estado de cosas; y como una variante seudonacionalista, en tanto se busca identificar a los adversarios como representantes de intereses antinacionales que persiguen el mantenimiento del atraso y la dependencia. De cualquier manera, su nacionalismo se limita a atacar a sectores indefinidos por regla general, que se personifican en grupos débiles del imperialismo mundial, o, en ciertos casos —debido a sus contactos con determinados grupos financieros— a atacar a sus rivales en las licitaciones, presentando la lucha por el control de una situación concreta como una "batalla por el desarrollo".

(...) Los cuadros del desarrollismo político están formados por comisionistas cuyo objetivo es aumentar el ingreso proveniente de las comisiones recibidas. La relación entre las mismas y el logro de altos beneficios por el capital es estrecha y fundamental, de allí que se convierten en los propulsores de políticas crediticias y de desgravaciones que promueven el "progreso y la industrialización" del país.

Su énfasis en la búsqueda de capitales extranjeros interesados en el desarrollo de inversiones reproductivas tiene una explicación: a la par se promueve su ingreso personal. Para los desarrollistas la actividad política es una actividad comercial, su política real es la de intermediarios de los capitalistas extranjeros.

martes, 15 de septiembre de 2009

LA MORAL DEL GAUCHO LENCINAS

En Valparaíso, en 1905, junto a sus compañeros de la asonada revolucionaria radical. José Néstor Lencinas aparece sentado en el sillón de brazos.

Por Dardo Olguín

Tras la asunción presidencial del abogado de los ferrocarriles británicos Manuel Quintana, Hipólito Yrigoyen eligió la noche del 3 de Febrero de 1905 para dar inicio a su proyectada revolución. Ya desde tiempo antes, el “Peludo” venía manteniendo contactos con la oficialidad joven del Ejército y organizando militarmente a los dirigentes civiles de su movimiento.

Si bien fracasó el objetivo de apoderarse del Arsenal de Guerra de Buenos Aires —de fundamental importancia, porque allí debían concentrarse las fuerzas para irradiarse a todo el país—, los insurrectos lograron tomar algunas comisarías de la Capital Federal e imponerse en Córdoba, Rosario, Bahía Blanca y Mendoza.

En esta última provincia, la conducción política estuvo a cargo del “Gaucho” José Néstor Lencinas, quien llegó a tomar el poder como gobernador provisional. Al ser derrotada la revolución en el ámbito nacional, Lencinas se fugó a Chile, junto a sus compañeros, en una locomotora del Ferrocarril Trasandino.

De un episodio —convertido durante muchos años en leyenda— ocurrido durante dicho viaje, da cuenta el presente texto del historiador Dardo Olguín. Fragmento extraído de la nota que publicara la revista Todo es Historia en abril de 1969.



Todo cuanto se ha dicho, escrito y fantaseado sobre la revolución de 1905 en Mendoza, es pálido comparado con la novela urdida en torno a los famosos 300.000 pesos que Lencinas se lleva al emigrar hacia Chile. Estos habían sido retirados por el jefe revolucionario de la sucursal del Banco de la Nación, durante el breve tiempo que dura su gobernación. En efecto, uno de los primeros decretos dictados por Lencinas al hacerse cargo del mando, designa gerente de la mencionada institución en Mendoza a don Nicolás Ojeda.

La entrega se hace con todas las formalidades, en presencia del tenedor de libros, del tesorero y dos testigos. Tropas armadas con máuser custodian la operación. Después de un balance general de los libros y caja, que termina a las once de la noche, se comprueba que hay $ 521.000 más o menos entre billetes, oro y plata sellada de diferentes naciones, más de un millón y medio en letras y documentos, escrituras de comerciantes, contratos sociales y documentos de valor.

Luego se le permite al gerente retirarse, previa entrega de las llaves del tesoro. Inmediatamente de hacerse cargo Ojeda del Banco, se recibe una presentación de Lencinas, que en su carácter de jefe del movimiento revolucionario y primer mandatario de la provincia, solicita se le acuerde un préstamo de pesos 300.000, pedido que es resuelto de inmediato.

El mismo Lencinas, acompañado por otras personas, retira los fondos del Banco. Los mismos están destinados a sufragar los gastos de la revolución y las necesidades urgentes del gobierno que ha instalado, pues las arcas fiscales están vacías.

Realizados esos trámites y ya en posesión del dinero, llega la noticia de la entrada de las tropas de (Ignacio) Fotheringham a Mendoza. Los momentos son de apremio. Los revolucionarios piensan trasladarse a Potrerillos o Uspallata y desde allí continuar la resistencia. Ya en viaje cambian de opinión y resuelven dirigirse a la frontera, llevando los famosos 300.000 pesos que tantos dolores de cabeza les habrán de dar.

La tentación del dinero pronto comienza a obrar. Uno de la partida pretende que antes de transponer el límite, se reparta el dinero. Quiere que se le entreguen 100.000 pesos, que es su parte, por haber actuado como jefe militar. Los otros 200.000 serian para el jefe civil y sus acompañantes. Lencinas lleva en su poder el tesoro y se opone terminantemente a su reparto. El siempre ha pensado restituir el dinero al Banco. Lo quiere hacer por intermedio del doctor Manuel Carlés, entonces joven abogado que veranea en Puente del Inca.

Pero Carlés no quiere afrontar una misión tan riesgosa, con tanto dinero en un sitio tan inseguro en esa época y le aconseja hacerlo por intermedio de las autoridades chilenas.

El viaje prosigue y en Las Cuevas, estación fronteriza, los requerimientos del reparto se actualizan. Lencinas no cede, y cuando por la fuerza se lo quiere obligar, tiende de un balazo al prepotente.

Así llegan, los exiliados a la población chilena de Los Andes, con un herido que dejan depositado en el hospital del lugar. Los demás se trasladan a Valparaíso donde, al descender del tren. son detenidos por la policía. Se les hace un registro y en los equipajes se encuentran 298.843 pesos, que son secuestrados por la justicia hasta tanto se aclare la situación. Faltan 1.057 pesos, que es la suma gastada por los revolucionarios.

La defensa de los emigrados queda a cargo del abogado chileno don Bartolomé Palacios, quien inmediatamente impone un recurso de habeas corpus en favor de los presos. El presidente de la Suprema Corte, ante quien se ventila el mismo, pide los antecedentes al juez del crimen de Valparaíso. En conocimiento de ellos ordena la libertad.

En el caso intervienen eminentes juristas. Los diarios publican interesantes notas sobre la cuestión. Entrevistado Lencinas por los periodistas declara que "a pesar de estar triunfante la revolución en Mendoza, se ha visto obligado a emigrar en vista de haber fracasado la sedición en Buenos Aires". Uno de los oficiales agrega: "La revolución ha fracasado porque las tropas de guarnición en Buenos Aires faltaron a su compromiso de unirse para derrocar a Quintana".

Los revolucionarios no solamente consiguen la libertad, sino que uno de los jueces de Valparaíso, ordena se les entreguen $ 10.000 del dinero depositado para sus gastos personales mientras permanezcan en Chile.

En la tramitación del dinero también interviene el abogado chileno don Antonio Vargas y como representante del Banco de la Nación, el abogado Máximo Campos. No obstante la claridad del trámite, las murmuraciones continúan en torno a los famosos 300.000 pesos.

Los comentarios son tales que el propio Yrigoyen se ofrece a devolver el dinero de su peculio personal. Enterado Lencinas le hace un telegrama al coronel Martín Yrigoyen, diciéndole que "tenia conocimiento que su hermano ha vendido campos por 350.000 pesos para devolver dineros de Córdoba y Mendoza, significándole no poder aceptar tal actitud, ya que es mi propósito inquebrantable devolver ese dinero tan luego se pronuncie la justicia chilena".

Yrigoyen desiste de su oferta. Cuando un año después Lencinas regresa a Mendoza, devuelve íntegramente el saldo de los $ 10.000, para lo cual hipoteca una propiedad que posee en el Alto Moyano. Yrigoyen le telegrafía en esa oportunidad desde Buenos Aires, diciéndole que dispusiera de su dinero para saldar la deuda, ofrecimiento que Lencinas no acepta.

Ante la empecinada negativa, don Hipólito envía al ingeniero Florencio Romero, para que entregue al caudillo mendocino, en su nombre, esa suma, rogándole que la acepte. Pero el escrupuloso "Gaucho" nuevamente rechaza la ayuda.

Mucho tiempo después se sigue usando el mito de los trescientos mil, para molestar a Lencinas. En el año 1913, ya bastante alejados los acontecimientos, debe entablar una querella criminal ante los tribunales de Mendoza contra J. M. de la Reta, por injurias relativas a ese dinero.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

RESISTENCIA E IDENTIDAD DE CLASE

por Taller de Historia Desde Abajo

Podemos decir que, en 1955, se inaugura el terrorismo de Estado en el siglo XX.

Las represiones a la clase obrera en la Semana Trágica de enero de 1919 y los fusilamientos de los peones rurales de la Patagonia en 1921, no fueron ni menos sanguinarias ni menos inmorales. Sin embargo, fueron dirigidas contra fracciones de la clase obrera en lucha por sus reivindicaciones, no contra el conjunto de los trabajadores. Se fusilaba a unos y se negociaba con otros que en ocasiones se beneficiaban con la negociación.

Esas represiones no produjeron el quiebre de la legitimidad política a la dominación de clase, el régimen político continuó como antes de la represión.

Hasta la “Fusiladora” ningún quiebre de la legalidad, por parte de la clase dominante, había requerido la aplicación de la violencia asesina contra la población civil en forma indiscriminada. Esta violencia estaba, ahora, dirigida contra el conjunto de la clase obrera y el pueblo.

El Estado debía disciplinar a las clases subordinadas para imponer un nuevo modelo de acumulación y esto solo podía lograrlo a través del terror.

La conducta de Perón y de la CGT están registradas por el general Franklin Lucero, en sus memorias que tienen el sugestivo título de El Precio de la Lealtad.

Lucero relata que, conocida la decisión de Perón de no presentar combate a los insurrectos, convocó al secretario general de la CGT, Héctor Hugo Di Pietro, a una reunión para evaluar la situación. Textualmente relata: “...el dirigente sindical se expresó (...) ‘si esta es la resolución que ha tomado el General Perón, los trabajadores hemos hecho siempre lo que Perón quiere’. Acto seguido se retiró de la reunión”.

La etapa que se abre con el sangriento golpe de Estado de 1955 no significa la paz al interior de la burguesía Argentina. Comienza una intensa puja entre sus diferentes fracciones por la construcción de un nuevo bloque de poder.

A este período, que culminará en 1975/76, podemos definirlo como crisis de hegemonía (conducción ético/política) en el seno de las clases dominantes. Crisis que involucra al conjunto de la sociedad. No existe ninguna fracción de la burguesía que hegemonice al conjunto de la clase dominante ni esta ha logrado la conducción ético-política de las clases subordinadas.

Los mecanismos institucionales que actúan como velo encubridor de la dominación de clase, han perdido su legitimidad por :

a) La proscripción del movimiento político mayoritario.
b) Por lo anterior, la crisis de representatividad de los partidos políticos que, en la Junta Consultiva, han avalado la violación de sus propios postulados.
c) El grado de violencia que ha sido —y continúa siendo— necesario para modificar las políticas del Estado.

Esto no implica que el frente antiperonista no haya logrado aglutinar tras de sí a la mayor parte de las fracciones de pequeña burguesía.
Los trabajadores están solos, pero una clase obrera que ha impedido a su propio gobierno firmar acuerdos que atentaran contra sus condiciones de trabajo, no aceptará resignadamente la ofensiva brutal que se inicia contra sus derechos.

La Primera Resistencia Peronista (1)

En 1955, las estructuras políticas del movimiento peronista, desarrolladas en fusión con el Estado, se han derrumbado sin resistencia.

La realidad objetiva de fractura del peronismo original y la incapacidad de la dirigencia tradicional del movimiento para encabezar la lucha contra la proscripción política y social de los trabajadores, son la base sobre la que se va a construir una nueva visión del peronismo a partir de esta primera Resistencia.

Señala Ernesto Salas: “Todo parece demostrar un quiebre entre las nuevas estructuras organizativas y lo que el peronismo significó en las estructuras de gobierno (...) Los comandos de la resistencia comenzaron a organizarse inmediatamente de producido el golpe militar y conformaron el nuevo peronismo en la clandestinidad. Constituyeron una unidad junto a la activa reorganización sindical. Pero esta reorganización del peronismo, que comienza a constituir el naciente movimientismo es, inicialmente, una ruptura con el peronismo anterior”. (2)

¿Qué significa esta ruptura? Que no es sólo organizativa.
Significa que, en la realidad objetiva y en la percepción de muchos militantes, se ha roto la alianza de clases. La clase obrera se encuentra sola en la defensa de sus condiciones de vida y de trabajo; aunque no por ello abandona su identidad política.

El peronismo comienza a perder su significado como expresión de una alianza de clases. Empieza a resignificarse como una nueva identidad de los trabajadores, y de los “auténticos” peronistas.

Dice Mónica Peralta Ramos: “(…) la clase obrera será la única clase que se reconocerá políticamente en ese movimiento, que lo reivindicará como experiencia de gobierno que permitió la satisfacción de sus necesidades más elementales y luchará consecuentemente desde el golpe del ‘55 para reeditar esa experiencia”. (3)

La expulsión del gobierno peronista había requerido del asesinato masivo de civiles; la modificación de los ritmos de producción; la ocupación violenta por fuerzas militares de las fábricas “conflictivas” y la detención de delegados. Los barrios obreros reconocidos como peronistas eran “visitados” cotidianamente por tropas del ejército y de la infantería de marina.

Entonces, en términos objetivos (más allá de la voluntad de sus protagonistas), el conflicto político peronismo-antiperonismo quedaba planteado en estos términos:

a) Localizado en las fábricas y barrios obreros, como un enfrentamiento de clase.
b) Como un enfrentamiento que, hasta 1958, no reconoce ninguna mediación institucional.

Los trabajadores sólo tenían ante sí, en esta “Primera Resistencia”, la violencia de un Estado que pretendía modificar sus condiciones de vida y de trabajo. La conciencia de que el peronismo comienza a ser una identidad de clase, aparece ya en los primeros protagonistas de la misma.

César Marcos escribía el 24 de febrero de 1956: “(…) el Partido Peronista (…) la realidad Argentina de hoy le impone nuevas tareas y responsabilidades que no pueden ser abarcadas ni sostenidas con la primitiva estructura orgánica, ni por sus antiguos cuadros partidarios hoy virtualmente inexistentes (...) El Comando Nacional Peronista proclama que la masa trabajadora, los de abajo, los que hoy forman este movimiento (...) jamás fueron vencidos (...) A nosotros no se nos dejó intervenir. Y cuando quisimos intervenir en defensa de Perón, ya estaba todo terminado. Nos engañaron y nos traicionaron (...) El peronismo no es ni será fácil y propicia carne de cañón para uso de politiqueros con ventaja ni golpistas precipitados y ambiciosos.”

Para que esta percepción de la realidad pudiese transformarse en acción política eficaz e ir más allá de la denuncia, los trabajadores debían tener una evaluación de las causas de la derrota de su gobierno y herramientas políticas para superarlas, que no poseían.

En 1945, aprovechando la división de la clase dominante y el Ejército, habían volcado la relación de fuerzas a su favor. En 1955, eran los únicos peronistas dispuestos a resistir; pero estaban sin aliados, ni herramientas políticas para hacerlo.

La resistencia obrera a la “Fusiladora” se da en dos niveles:

1) La resistencia espontánea frente a las medidas que agreden las condiciones de vida.
2) La resistencia concreta a la ofensiva patronal (que pretendía modificar las condiciones de trabajo en la fábrica).

Esta resistencia a lo que se visualizaba como la “revancha” de los patrones, tiene como sustento en la conciencia de los trabajadores lo que es considerado “justo”.

Esta noción de justicia está construida por la experiencia vivida durante el gobierno peronista. La defensa de las condiciones de vida anteriores al golpe están estrechamente ligadas a la defensa del patrimonio nacional. Los acuerdos con el FMI, las devaluaciones y el fin del control del comercio exterior, repercuten directamente sobre la capacidad de consumo de los trabajadores y los sectores de menor consumo.

La identificación entre la defensa de los logros del gobierno peronista y la defensa de las condiciones de trabajo a nivel de fábrica, comenzará a producir una síntesis —no claramente formulada— entre nacionalismo económico y un fuerte contenido de clase.

La lucha de la clase obrera contra su doble proscripción social y política, impide al régimen político su institucionalización. También lleva a esta clase a una progresiva contradicción con la fracción burguesa del peronismo; con la que, sin embargo, permanece unida en la lucha por sus derechos democráticos proscriptos.

La lucha compartida por sus metas democráticas, lleva a los trabajadores a un doble frente de lucha; el que se libra al interior del peronismo por su conducción y el que los enfrenta con el antiperonismo.

El contenido de clase de la antinomia peronismo-antiperonismo lleva, en muchos casos, a identificar a las fracciones burguesas del antiperonismo con la burguesía en general. Esto diluye la visión de los puntos de coincidencia y contradicción con las fracciones burguesas del peronismo y de las condiciones en que se ha dado —y se da— la alianza con ellas.

A partir de 1958 luego del Pacto Perón - Frondizi, va a comenzar a surgir, en sectores de la militancia, la “lealtad” al “verdadero” peronismo como identidad política.

Identidad diversa en su contenido, pero reconocida como identidad de los trabajadores. “El movimiento éramos los laburantes, los peronistas de verdad: los únicos que luchaban por Perón. Todos los que luchaban, votaron en blanco. Mi viejo decía: ‘Esa orden de votar a Frondizi es mentira’”. (José Paz, militante de la Resistencia y sindical hasta la década del ‘90).

La figura de Perón y la reivindicación de su gobierno son los puntos de unidad.

En setiembre de 1957, de la alianza del peronismo gremial con los comunistas, surgen las 62 Organizaciones Gremiales, que declaran huelgas de 24 y 48 horas en setiembre y octubre de ese año.

Convocado por la seccional Córdoba de la CGT (dirigida por Atilio López), se realiza un congreso de seccionales de la central obrera y de las 62 Organizaciones, donde se elabora el programa de La Falda —a fines de 1957—, que ya establece claras rupturas con las propuestas del peronismo original.

NOTAS:


(1) Consideramos al período 1955/ 68/69 como de Resistencia. Para referirnos al período 1955/58 hablamos de “Primera Resistencia” como la llamó César Marcos (marxista autodidacta; dirigente de la Resistencia Peronista junto a John William Cooke a partir de 1955)

(2) Mónica Peralta Ramos,“Acumulación de capital y crisis política en Argentina (1930 - 1974)” Siglo XXI Editores México 1978.

(3) Ernesto Salas, “La Resistencia Peronista: la toma del frigorífico Lisandro de la Torre”. Centro Editor de América Latina 1990.